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El ser humano es proclive a la costumbre, a ese espacio en el cual las emociones no se alteran, entran en una placidez que nace de no cuestionar. Su potencia es enorme, lo advertía Proust al decir que nada le cuesta más trabajo al ser humano que ir de una costumbre a otra. Ya nos acostumbramos al Día Internacional de la Mujer. Urge algo diferente.
Cada año aparecen las cifras estremecedoras de cómo el analfabetismo abraza a más mujeres que...
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